“Con tus talentos, al servicio”

Benjamín Goldenberg tiene marcado este lema en su preparación al sacerdocio. Es un ingeniero chileno que recibirá la ordenación diaconal este 30 de octubre en Roma, junto a otros 31 fieles de la Prelatura provenientes de 16 países. En su camino al orden sagrado él agradece este hito sacramental que implica quedar al servicio de la caridad, la liturgia y la palabra.

Benjamín es uno de los 31 jóvenes que será ordenado diácono este 30 de octubre. Como cualquier joven tiene sus hobbies y afinidades: es fanático del tenis e hincha club deportivo Universidad Católica.

Tercero de ocho hermanos, Benjamín Goldenberg Ibáñez es ingeniero comercial. Fanático del tenis e hincha del actual campeón del fútbol chileno, Universidad Católica, recuerda con gusto que hace unos meses el embajador de Chile ante la Santa Sede le llevó una polera de su club al Papa. Chileno, es uno de los 31 fieles del Opus Dei que recibirán la ordenación diaconal este sábado 30 de octubre de manos del prelado, Mons. Javier Echevarría.

Benjamín junto a su madre en Roma, ciudad donde recibirá el orden diaconal.

Tiene claro que a partir de ese momento su vida dará un giro, considerando que poco a poco se ha ido empapando de lo que significa el diaconado. “En mi primer día en el campus San Joaquín de la PUC había un cartel en el que se invitaba a unas misiones: ´con tus talentos, al servicio´. Me gustó mucho y muy siento esas palabras en esta llamada que me hace el Señor a servir (es una diakonia) a la caridad, la liturgia y la palabra”, señala con gran alegría.

En esta etapa previa a la ordenación y en los cinco años que ha vivido en Roma, el Papa ha sido un referente esencial: “En la Obra tenemos un gran amor por el Pontífice, sea quien sea, y en el caso de Francisco es muy fácil quererlo por su sencillez, humildad y cariño por los demás”. Una de las cosas que más admira del Santo Padre es su gran sentido común: “predica con el ejemplo y se ve que vive lo que dice, lo que hace que sea muy respetado en todos los ambientes”.

Benjamín destaca a su vez los encuentros con el Prelado, monseñor Javier Echevarría. “También he tenido el privilegio de experimentar su preocupación y cariño por cada uno de los que estamos acá. Realmente lo da todo”.

En este año de la Misericordia y con miras a su futura labor como sacerdote, resalta la importancia de que toda la humanidad se sienta querida por Dios. “Los fieles tienen que poder percibir eso a través del sacerdote, un cariño que sea sobrenatural, pero que exige preocuparse de verdad por las personas a las que tenemos la obligación de cuidar”. Asimismo, invita a que todos descubran que “Cristo nos quiere, que se preocupa por cada uno de nosotros y le interesan todas nuestras cosas: esa cercanía con Dios que llena de alegría la vida”, añade.

La libertad ante todo

Benjamín explica que su familia ha desempeñado un papel crucial en su vocación, siendo la libertad uno de los aspectos que más valora. “Mis papás nos han educado siempre con mucha independencia y responsabilidad. Ellos han sido los ‘culpables’ de que a uno Dios lo haya llamado a la Obra y después al sacerdocio. Siempre respetaron mucho mi decisión y me dejaron en una completa libertad para hacer lo que quisiera. Me recomendaron, eso sí, que lo pensara bien, porque era una decisión para toda la vida y tenía que ser consciente de eso si me comprometía con Dios”.

El futuro diácono destaca en ellos un ejemplo de prudencia, cariño y visión cristiana de la vida. “También de mis hermanos he aprendido mucho. A pesar de las diferencias de personalidad de cada uno, siempre ha habido una relación muy buena y de preocupación de unos por otros”.

Jóvenes valientes

Con humildad, Benjamín hace un llamado a que los jóvenes se atrevan a seguir a Dios. “Él es infinitamente generoso y cuando nos entregamos un poco, nos da muchísimo más. Es el único que puede llenar el corazón humano, lo da todo y no quita nada. Dios siempre te sorprende en la vida, te abre horizontes insospechados. Vale la pena entregarse a Él”.

Fiel al espíritu del Opus Dei, señala que todos estamos llamados a ser santos, “cada uno a su manera, con un trabajo bien hecho, con detalles de servicio en la convivencia diaria de la familia, en las relaciones sociales con los amigos. Servir a los demás no es una muestra de debilidad, sino de grandeza”.