Arremangándose los brazos

En el año del Jubileo de la Misericordia y recogiendo las sugerencias del Papa Francisco y las enseñanzas de san Josemaría, un grupo de padres y de alumnos de los colegios Tabancura y Los Andes están llevando a cabo misiones familiares, con el fin de poner práctica la caridad cristiana, que se puede materializar muy cerca de nosotros.

Las misiones comenzaron a realizarse el año pasado con la participación de más de 300 familias, lo que ha supuesto una estupenda ocasión de encuentro entre padres e hijos y con aquellos que más lo necesitan.

Con los zapatos en el barro y arremangándose los brazos, como ha propuesto el Papa Francisco, varias familias de los colegios Tabancura y Los Andes decidieron hacer vida este llamado y poner en juego el amor cristiano, “sin romanticismos: o es un amor altruista y solícito que se arremanga los brazos y mira a los pobres, que prefiere dar antes que recibir, o no tiene nada que ver con el amor cristiano.” (Papa Francisco, 9 de enero 2014)

Fe con obras.

La iniciativa tiene sus raíces en los ideales de san Josemaría. Estos colegios intentan dar una formación integral inspirada en sus enseñanzas, entre ellas la importancia capital que tiene dar buen ejemplo: “Los padres educan fundamentalmente con su conducta. Lo que los hijos y las hijas buscan en su padre o en su madre no son sólo unos conocimientos más amplios que los suyos o unos consejos más o menos acertados, sino algo de mayor categoría: un testimonio del valor y del sentido de la vida” (Es Cristo que pasa, N°28).

Las misiones comenzaron a realizarse el año pasado con la participación de más de 300 familias, lo que ha supuesto una estupenda ocasión de encuentro entre padres e hijos y con aquellos que más lo necesitan.

Trabajar por amor

En el caso del Colegio Los Andes, las familias han visitado las comunas de San Bernardo, Paine, Pudahuel, entre otras, uniendo el trabajo material a la dedicación de tiempo para conversar y llevar el mensaje de Dios a quienes más lo requieren: “A través de los párrocos de esos sectores, pudimos conocer cuáles eran la necesidades reales de la gente”, cuenta Pilar Peñafiel, una de encargadas. Así surgió la construcción de construir una ermita dedicada a la Virgen para los abuelitos en Buin; visitas puerta a puerta, en las que uno de los apoderados, médico, atendió a 20 personas enfermas y se entregaron algunas medicinas básicas.

Gracias al trabajo en conjunto con los vecinos se puede apreciar el antes (arriba) y el después (abajo) de los trabajos realizados.

Otras familias estuvieron en Paine, lugar en el que para atraer la atención de la gente se ofreció un servicio de manicure para señoras, lo que atrajo a una gran cantidad de personas, quienes luego abrieron las puertas de sus casas y -lo más importante- sus corazones.

Así mismo, en julio reciente -en el marco de la fiesta del fundador del Opus Dei- trece familias del colegio se organizaron y con todos sus implementos de trabajo necesarios emprendieron rumbo a la iglesia rectoral de san Josemaría, en La Pintana, con el objetivo de limpiar el basural que había al frente de la parroquia: “Cuando llegamos, varias personas de la comunidad nos estaban esperando. Nuestros niños ni siquiera quisieron jugar a la pelota en la cancha de la iglesia, nadie soltó la pala y la picota hasta que la pega estuvo terminada… ¡Nos salieron al encuentro hasta ratones! Pero a nadie le importó, terminamos reconfortados y con muchas ganas de seguir haciendo este tipo de voluntariado”, explica Josefina García, una de las apoderadas que asistió junto a toda su familia. Algunas mamás estuvieron a cargo de dar café y sandwiches a todos los participantes.

Las familias trabajaron codo a codo junto a los vecinos del lugar

Después de retirar la basura y de limpiar el lugar hicieron una pequeña plazoleta. “Lo más importante de las actividades es tener la oportunidad de enseñar a nuestro hijos que, para servir a los demás, es necesario primero ponerse en su lugar. Y eso sólo se aprende con el ejemplo. Además, se puede aprovechar de evangelizar a los beneficiados de la ayuda y a nuestras propias familias”, añade Pilar.

Concluido el trabajo, a nadie le cupo dudas de que la actividad fue todo un éxito: “Habíamos pensado que toda la basura iba a caber en un camión contratado para ese fin… ¡pero fue imposible! Era tanta, que tuvo que regresar al día siguiente a retirar el resto” cuenta.

“Ser los brazos de las parroquias”

En el Colegio Tabancura, surgió la misma inquietud luego de la invitación del Papa Francisco: “La Iglesia debe salir de sí misma hacia las periferias existenciales (…) ¡Salgan afuera, salgan!. (Papa Francisco Vigilia de Pentecostés, 18 de mayo de 2013)

En el tiempo que llevan funcionando las misiones, cerca de 150 familias han realizado talleres de rosarios, visitas a enfermos, repartición de cajas de Navidad, etc. “Con todo el trabajo que tienen los sacerdotes, queremos ser los brazos de sus parroquias” señala Teresa Ariztía, una de las encargadas.

Los papás con el overol puesto trabajando para dejar todo bien pintado

Para Luz María Alliende, una de las mamás que asistió junto a su marido y dos hijos, fue una muy bonita experiencia. Visitó junto a otras familias una parroquia en Melipilla que tiene contacto con un asilo de ancianos: “Los acompañamos a almorzar y luego los niños los entretuvieron. Fue muy lindo, uno de mis hijos jugó con ellos dominó y todos lo pasamos muy bien”.

Para los padres fue muy emocionante constatar lo motivados que quedaron sus niños con estas experiencias. Incluso algunos, espontáneamente, cada vez que regresaban a la parroquia a la que estaban prestando ayuda, insistían en visitar a los vecinos del lugar. “Fue muy enriquecedor para nosotros ser testigos de la vida parroquial que tienen en el lugar, incluso después de la Misa de ocho de la tarde, con el frío del invierno, los vecinos se reúnen y le dan vida a la comunidad”, cuenta Luz María.

Otro de los lugares visitados fue la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Puangue. También allí llegaron con todos sus implementos a realizar trabajos. “Era un día con un tremendo temporal y, fuera de todos mis pronósticos, pensé que no iba a ir nadie… pero llegaron varias familias y partimos a pintar el interior de la iglesia y a encerar las bancas”, cuenta Teresa Ariztía. Además, se aprovechó de visitar enfermos y a quienes no tienen techo.

La motivación se hizo sentir nuevamente, pues organizaron una colecta con el fin de recaudar fondos para entregar mediaguas. La meta que se habían propuesto se cumplió y durante estas vacaciones de invierno emprendieron el trabajo en terreno para instalarlas a las familias más necesitadas, con el fin de que puedan pasar de un modo más digno el resto del invierno.