Historia

El 5 de marzo de 1950 llegó a Chile el primer sacerdote del Opus Dei, don Adolfo Rodríguez Vidal, enviado por el Fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer, para iniciar la labor apostólica de la Obra.

Fachada de la Residencia Universitaria Alameda, una vez que se trasladó a Huérfanos 1931.

Don Adolfo fue acogido por el propio Cardenal José María Caro Rodríguez, Arzobispo de Santiago, en su casa, y allí vivió durante el primer mes. 

Ya en abril, pasó a dirigir una Residencia Universitaria –a la que llama "Alameda"–, ubicada en Avenida Bernardo O'Higgins 2138, a cargo, hasta ese momento, del asesor de la Acción Católica, Mons. Raúl Pérez Olmedo, que –entre otros– había gestionado en Roma la venida del Opus Dei a Chile. 

La Residencia se cambió a Huérfanos 1931, y después, a Alameda 1955. Hoy en día, y con el nombre de Alameda, se encuentra en Dunkerque 9133. 

El 16 de junio de 1950 el Papa Pío XII otorgó la aprobación definitiva al Opus Dei como Instituto de Derecho Pontificio. Ese mismo día, don Adolfo Rodríguez celebró la Santa Misa por primera vez en un Centro de la Obra en Chile. Pero, por falta de Sagrario, no pudo dejar reservado el Santísimo. 

Muy contento, el 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, escribe a Roma: “¡Tenemos al Señor con nosotros desde esta mañana! (…). La Virgen del Carmen es la Patrona de Chile y de hoy no podía pasar”. 

Don Adolfo con los asistentes a un retiro que predicó en la Casa de Ejercicios San Francisco Javier. José Enrique Diez es el primero de la izquierda abajo.

En los comienzos, don Adolfo, que era ingeniero naval, hizo clases en las escuelas de Ingeniería y Economía de la Universidad Católica. También empezó, muy pronto, a impartir docencia en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Desde allí, con su trabajo sacerdotal, realizó una labor apostólica continua, que se traduciría en abundantes frutos. 

A mediados de 1951, un estudiante universitario español, José Enrique Diez, se unió a don Adolfo para trabajar en los comienzos de los apostolados de la Obra en Chile. Entró a estudiar Derecho en la Universidad Católica. Unos años después, fue presidente del Centro de alumnos de esa facultad. En 1953, arribó el tercer miembro de la Obra, José Manuel Domingo Arnaiz, ingeniero naval. 

Pronto surgirán las primeras vocaciones de chilenos para la Obra: Juan Cox, José Miguel Ibáñez y Pablo Vial. También se incorporaron al Opus Dei algunos hombres casados como Eduardo Infante, Fernando Dávila, Emilio Donoso, Carlos Cuevas, etc. 

Algunas de las primeras mujeres de la Obra que vinieron al país y las chilenas Nelly San Martín y Carmen Undurraga, en Antullanca, todavía en construcción.

En el año 1953 llegaron las primeras mujeres de la Obra: Dorita Calvo, Petrita Angulo, Rosario Gómez Antón y Patricia Ylarraz. Ellas comenzaron la primera Residencia Universitaria femenina en la calle Moneda 1847, que después se trasladó a Nicanor de la Sotta y ahora, con el nombre de Araucaria, está ubicada en Lyon 1174. 

A poco andar hubo vocaciones entre las chilenas como M. Elena Wielandt, Mayella Irarrázaval, Eugenia Armijo, Eliana Azúa, Texia Toro, Olga Villarreal, Alicia Sandoval y María Eugenia Pino; también algunas casadas, como Marita Tezanos Pinto, Laurita Prado, María Teresa Correa, Luz María Videla, Ana Luz Ossandón, Ana Maria Silva, Elena Costabal, Magdalena Vial, etc. 

Con la gracia de Dios el trabajo apostólico crecía y se hacía necesario más manos. Vinieron otros sacerdotes a colaborar en el trabajo apostólico. En los primeros años, don Francisco Martí y don Antonio Martín. A su vez, algunos chilenos fueron a Roma para formarse junto al Fundador, aprendiendo a su lado el espíritu de la Obra, y para doctorarse en alguna de las disciplinas eclesiásticas. En 1955 partió Pablo Vial. Después, José Miguel Ibáñez, Fernando Iacobelli y Eugenio Zúñiga. Varios de ellos recibieron la ordenación sacerdotal y volvieron a trabajar a Chile. 

Vista aérea de la Escuela Agrícola Las Garzas que comenzó en 1963, en Chimbarongo, Sexta Región.

En el año 1956 se comenzó la labor apostólica en Valparaíso y Viña del Mar. En 1963, en Chimbarongo, Sexta Región, con la Escuela Agrícola Las Garzas. En 1965 empezaron los viajes a Concepción, y en 1973, a Rancagua. 

Dios fue señalando el camino, a través de personas del Opus Dei que se iban a vivir a provincia o de Obispos que solicitaban la presencia de la labor apostólica de la Obra en sus diócesis. Pronto se tuvieron, en esos lugares, retiros espirituales y actividades de formación para numerosas personas. 

Dios fue señalando el camino, a través de personas del Opus Dei que se iban a vivir a provincia o de Obispos que solicitaban la presencia de la labor apostólica de la Obra en sus diócesis.

En 1954 se dio inicio a la Escuela-Hogar "Lar". En 1960 se abrió el Policlínico El Salto, en la Calle Antonia Prado 0199, aprovechando un establo y una lechería adjunta, donados por una cooperadora. En 1961 se creó Fontanar, una escuela para empleadas de hogar que quisieran completar la enseñanza escolar y hacer algunos estudios profesionales. 

Desde los comienzos, algunas personas de la Obra han partido a colaborar con los trabajos apostólicos en otros países. Ximena Ovalle fue a trabajar a Australia; Lucía Johnson a Estados Unidos; María Angélica Cáceres a Paraguay. Don Patricio Astorquiza fue a Kenia. En estas últimas décadas, el Prelado de la Obra ha querido que algunas chilenas y chilenos vayan a trabajar en Alemania, Bélgica, Italia, Japón, Suecia, Eslovaquia, Polonia, Israel, Estonia, Lituania y Australia.

En los años 1969-70, algunos padres de familia comenzaron los colegios Los Andes y Tabancura, confiando la dirección espiritual de ellos a la Obra. 

Juan Pablo II nombró a don Adolfo Rodríguez Obispo de Los Angeles, el 6 de julio de 1988.

Un verdadero hito marcó la venida de San Josemaría a Chile en 1974. A lo largo de once días desarrolló una intensa catequesis. En reuniones informales, como sacerdote y padre, habló de Dios, la Iglesia, los sacramentos, la vida cristiana. En amables conversaciones, fue respondiendo a las inquietudes espirituales de muchas personas. Las tertulias más numerosas se tuvieron en lo que hacía de comedor para los colegios Tabancura y Los Andes. Acudió a rezar con varias familias al Santuario de Lo Vásquez, en la Quinta Región. El Fundador dejó una huella imborrable, que significó un impulso decisivo para el trabajo del Opus Dei en el país. 

Hasta entonces, la Obra estaba formada por gente muy joven: unos cuantos profesionales y una buena cantidad de universitarios y estudiantes de carreras técnicas. Después de la catequesis del Fundador en Chile, la labor se ha dilatado significativamente. Lo más visible es el desarrollo del trabajo apostólico en Concepción, Viña del Mar, Antofagasta, Temuco, Valdivia, Arica, Iquique, La Serena, Osorno, Puerto Montt, Punta Arenas, Los Angeles, etc. También la creación de la Universidad de los Andes, y el inicio de los Colegios técnico-profesionales Nocedal y Almendral, situados en la comuna de La Pintana, en Santiago. 

El Papa Juan Pablo II nombró a don Adolfo Rodríguez Obispo de Los Angeles, el 6 de julio de 1988. Fue consagrado en la Catedral Metropolitana por el Cardenal Juan Francisco Fresno, Arzobispo de Santiago, el 28 de agosto. Tomó posesión de su diócesis el 4 de septiembre. Su lema episcopal fue "Non ministrari sed ministrare", no (he venido) a ser servido sino a servir. 

Fachada del actual Centro de Cultura Universitaria Alameda.

Ya son muchos los hombres y mujeres que se han sentido removidos por el sencillo y profundo mensaje del que la Obra es portadora: la invitación a la santidad personal en el propio estado, por medio del trabajo profesional. También varios sacerdotes diocesanos han podido participar de este mismo espíritu a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. 

Quien conozca el Opus Dei sabrá que el trabajo más importante es el que se hace en el interior de la persona. La Obra quiere servir para que el hombre se encuentre con Dios. Y por eso, lo que interesa es la formación humana y espiritual que recibe cada cual. Dios sabe el trabajo realizado y el que se hace cada día. Y ese trabajo es para todos fuente de profunda alegría; en especial porque es trabajo del Señor, obra de Dios.